Ruido de fondo


Salíamos del oscuro portal de casa y la claridad del cielo hizo que cerrara los ojos durante un momento. Nevaba.—... y estiro el brazo girando la mano para intentar coger un copo. Entonces noto en la muñeca, donde se acaba el jersey, un punto de frió punzante que siento en todo el cuerpo. Estremecido, escucho un gran silencio a mi alrededor —

Es el recuerdo mas intenso y claro que tengo de mi niñez. Aquel día, salí con mis padres de paseo rascándome el cuello por culpa del jersey de lana roja que mi madre me puso con una sonrisa picara—herencia directa de tu hermano—me dijo con cariño.

De las navidades poco mas me acuerdo. Antes de comer, el día 25 íbamos al parque a ver y dar de comer a los patos. Empalagados de cocholates y turrones, hacíamos un esfuerzo para movernos y así bajar el exceso de azúcar en sangre responsable de que chincharas a tu hermano mas de lo debido.

Todas las Navidades fueron iguales, seguíamos ese protocolo marcado por una naturalidad que da la rutina. Costumbre que repites y compartes con tu familia, unida en ese momento de tal sencilla y simple manera que no te planteas entender, pero que cuando te da por ir haciéndote el mayor, te vas alejando y lo rechazas renegando conscientemente contra ella.


     y luego ya dejo de nevar y el mundo empezó a llenarse de ruido de humo y tu mente se llena de ideas y objetos objetos objetos ideas que crees conocer mejor y que solo piensas en poseer poseer y hacerlos tuyos cada día inventan algo nuevo nuevo nuevo diferente igual y todos quieren quieren quieren miran miran miran al mismo punto todo parecía centrarse y orientarse hacia una misma dirección demasiada agresiva demasiada destructiva


Pero aquel 2020 paso algo. Un ruido de fondo germinó a gran escala entre aquel vorágine a un nivel descomunal. Ahora lo veo claro. Creció y se expandió rápidamente el virus que millones de mascarillas intentaron enmudecer.

Pero el virus no se callo. Y las personas no se callaron.

Aquel año no fuimos al parque, no pudimos.


A mi madre se la llevo todo aquel estruendo.


Y ahora veo encima de su cama aquel jersey de lana roja que guardo y protegió, y cuando lo cojo, una de sus mangas roza mi muñeca y un escalofrió recorre mi cuerpo. Levanto la mirada hacia la ventana, miro.


Esta nevando.



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