HOGAR
Papá se sentó en el porche. Hacía años que no trabajaba y pasaba ahí el día. En el barrio no quedaba ningún vecino, les vi marchar a todos, y ahora, todo estaba en silencio. Yo nunca salía de casa. La televisión no funcionaba y no podía ver dibujos, por lo que sentada en el sofá, me dio por leer . El único ruido oía era el agradable sonido de burbujas del agua hirviendo que salía de la cocina. Mi padre se levantó de la silla. Cojeando cruzó el salón y cuando pasó por mi lado me acarició el pelo, como siempre hacía. Entró en la cocina y cerró la puerta. - No podemos seguir así — escuche a mi madre — . Ya casi no nos quedan patatas. Yo leía mucho. Apenas jugaba y encontré entretenimiento en aquellos libros que mi madre traía de la biblioteca donde trabajó durante años. - ¿Ya entiendes algo, hija? — dijo mi padre acariciándome de nuevo el pelo cuando de vuelta iba otra vez al porche. Aquella calma igual me ayudó y pronto empecé a comprender a las personas de esas vidas que en